lunes, 4 de octubre de 2010

El juego del discurso mediático


Ernesto Martinchuk (especial para ARGENPRESS.info)

A primeras horas de la tarde del martes 30 de septiembre una noticia corrió como reguero de pólvora encendida todos los medios de comunicación nacional: “Murió Romina Yan”. Su imagen congelada estaba en todas las pantallas de TV, en las redes sociales, y en la web. Los “periodistas” de chimentos se comenzaron a apropiar de las pantallas y, para hablar como si ese luto fuera parte de ellos, comenzaron a evocar desde palabras comunes hasta lágrimas.

Horas antes una multitud se había reunido en las puertas de Tribunales para reclamar a la Corte Suprema la aplicación plena de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Acontecimiento que algunos canales pasaron por alto, como otros tantos debates que hacen al futuro del país y su gente.

La TV nos mostraba a Romina Yan como si su vida hubiese sido sólo aquella que paso por la pantalla y no otra. Los canales de noticias transmitían en continuado como si se tratara de Cadena Nacional, mostrando todo, hasta lo más privado de la familia, junto a los integrantes de la farándula que se daban cita en el cementerio, al cual habían llegado en sus vehículos de alta gama. El público miraba desde sus hogares o en los bares. Como C5N, para agregarle un “plus profesional” incorporaba imágenes aéreas, mientras abajo los anteojos oscuros de los artistas, se multiplicaban.

“La censura fue siempre una institución silente que ha adecuado sus formas y métodos de aplicación y mediante los discursos hegemónicos profundizan las fuerzas de sus agendas en la audiencia, diciéndole a la gente no lo que debe pensar pero si en torno a que temas tiene que hacerlo. De esta forma, se van reduciendo los temas propuestos a la sociedad para que consuma y en este caso debatan y permanezcan ocultas aquellas cuestiones que no responden al criterio establecido. La enunciación del discurso se regula de acuerdo a las necesidades que tiene el enunciador que controla el complejo mediático. Los flujos continuos de cada uno de esos discursos, que se manifiestan en el tiempo provocan el consumo del tiempo de quienes lo consumen, de una forma simultánea a la de su propia emisión”, afirma el Dr. Aníbal Binasco.

Es significativo el tiempo que en los noticiarios de televisión destinan a banalidades sensacionalistas, en vez de ofrecer noticias que hacen al desarrollo tecnológico, la nanotecnología, la cultura, la educación, la salud, el desarraigo, la migración interna, la planificación urbana o rural, el agua, las fuente de energía, la minería o problemas que hacen a la calidad de vida vigentes en el país todo. Nos han enseñado a vivir el presente sin proyectarnos hacia el futuro como personas y país. La clase dirigente, los empresarios y muchos destacados periodistas sólo se ocupan de salvaguardar sus intereses.

Si una democracia depende en buena medida, de la calidad de las formas de comunicación que la hacen posible, es necesario rehabilitar la vida pública, llenando el presente de palabras y actos que permitan imaginar horizontes nuevos dado que, faltan propuestas y sobran exceso de escándalos en el estéril panorama intelectual de los medios.

Ernesto Martinchuk es Periodista - Docente - Investigador - Documentalista.

1 comentario:

Gisela Santibanez dijo...

Muy interesante reflexión, podría también aquí aplicarse la frase "los pueblos tienen los medios que se merecen" Necesitamos exigir medios inteligentes que no se prostituyan como los que ahora tenemos.