jueves, 16 de septiembre de 2010

LATINOAMÉRICA, CONTINENTE IGNORADO

El Semanario, Opinion

En medio del revuelo que causó la comparación que hizo Hillary Clinton entre México y Colombia, pasó prácticamente inadvertido el hecho de que en su corte de caja sobre la política exterior de los primeros 18 meses de Barack Obama, la encargada de la diplomacia estadounidense ignoró a Latinoamérica. Fue tan obvio que en la sesión que siguió a su discurso ante el Consejo de Relaciones Exteriores la semana pasada, Carla Hills, la ex negociadora del TLCAN, pidió a Clinton,“unas palabras sobre el hemisferio”. Lejos de aprovechar la oportunidad para enmendar la omisión, Clinton limitó su respuesta a advertir contra la “insurgencia” de los carteles en México, país que “se está pareciendo cada vez más a Colombia”.

En conversación con la autora, Hills dijo que le hubiera gustado que Clinton dijera algo positivo sobre Latinoamérica, pero no atribuyó la negligencia a una falta de interés, sino a prioridades superiores. “El propósito del discurso fue abordar las ansiedades que los estadounidenses tienen sobre política exterior en lugares como Irán, Medio Oriente, Irak, Afganistán, Pakistán y China. En Latinoamérica no existen los problemas que tenemos en esas partes”.

En efecto, no hay tropas estadounidenses jugándose la vida, bombas atómicas en manos de gobernantes perturbados o perpetuos estados fallidos, pero hay una pobreza crónica que provoca el éxodo de hordas humanas, hay frustración, conflictos, desorden e ingobernabilidad. A lo largo de casi toda la historia, Latinoamérica ha sido un pensamiento tardío, una región a la que pese su cercanía y lazos culturales con EU, Washington le ha prestado atención sólo cuando ha visto amenazada su hegemonía por adversarios externos. La Alianza para el Progreso de John F. Kennedy, de las pocas iniciativas de cooperación para el desarrollo económico, fue para contrarrestar la expansión comunista.

Al inicio de su mandato, Obama parecía deseoso de saldar la deuda histórica con Latinoamérica. En Trinidad y Tobago, durante la V Cumbre de las Américas, pidió “no debatir el pasado, sino abordar el futuro”, en un marco de “respeto mutuo, intereses comunes y valores compartidos”; prometió trabajar juntos para avanzar la “prosperidad, seguridad y libertades”. Mensaje que el tiempo ha diluido. Diez y seis meses después, Latinoamérica no da ni para un pie de página en el primer informe público de política exterior de Hillary Clinton. 200 años de negligencia.

¿NARCOINSURGENCIA?

En la charla, Carla Hills defendió la comparación entre México y Colombia, “por tratarse más de una ilustración que de un hecho científico”. Según Hills, Clinton generalizó. “Es como decir que una estufa está ardiendo como leño en llamadas, cuando lo que queremos decir es que está muy caliente”. Pero, para Cris Arcos, ex subsecretario de Seguridad Interna, Clinton no tiene idea de lo que está hablando. “México no es la Colombia de hace 20 años, no tiene insurgencia de izquierda, a menos que el comandante Marcos haya decidido recurrir al negocio de las drogas para lanzar una guerra. Lo que México tiene es crimen organizado”.

Hills concedió, al final de la conversación, que la similitud entre México y Colombia, tiene sentido en el contexto del poder de los carteles para desafiar y rebasar la autoridad del Estado. “La analogía puede no estar del todo equivocada”.

GANAR O NO GANAR

Para algunos analistas, la respuesta de Clinton marca un viraje en el mensaje público de Washington de afirmar que México estaba ganando la guerra, al reconocimiento de que el Estado mexicano está amenazado por la “narcoinsurgencia”. En 2009, Clinton dijo en Monterrey que “la estrategia que está empleando (Calderón) es excelente y México está ganando”.

La retórica de Clinton coincide con revelaciones de prensa de que el Pentágono ordenó una revisión a fondo de la ayuda antinarcóticos a México, con el objetivo de intensificar la cooperación militar directa. The Wall Street Journal informó que México ha sido elevado en la agenda de prioridades de Obama. Para Washington, no minimizar la gravedad de la situación ayuda a justificar una mayor participación militar.

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