Por Ángeles González Gamio*
Foto: La Jornada
El próximo viernes se festeja la Virgen de la Merced, patrona de la Orden Militar de Nuestra Señora de la Merced y Redención de Cautivos, fundada por Jaime I, rey de España y de Aragón y San Pedro Nolasco, en 1218. Integrada por caballeros militares, su función original consistía en redimir cristianos que caían en poder de los moros. Al paso de los años se tornaron en frailes, “trocando la espada por la cruz”, aunque esto no siempre fue cierto pues algunas anécdotas hablan de que conservaron a lo largo de muchos siglos su espíritu combativo. Como muestra, sobrevive la memoria de la solicitud presentada ante el virrey para ampliar su convento en la Ciudad de México, apropiándose de una callejuela que lo cruzaba; al serles denegada, una noche con grandes prisas levantaron bardas, incorporándola a la construcción conventual. Al percatarse los vecinos la mañana siguiente, se amotinaron y arremetieron contra las tapias, intentando derribarlas; la respuesta de los mercedarios fue tan feroz que desistieron de su intento; el virrey no dijo “ni pió”. Dos construcciones mercedarias sobrevivieron la destrucción que desató la aplicación de las Leyes de Exclaustración de los Bienes Religiosos, a mediados del siglo XIX: una linda iglesia situada en la avenida Arcos de Belem, que luce la imagen original, un bello estofado del siglo XVII, y el prodigioso claustro en estilo mudéjar, ejemplar único en América, que se encuentra en el corazón del añejo barrio de la Merced, al cual dio nombre el gran convento y templo que fueron absurdamente demolidos, salvándose milagrosamente el bello claustro y múltiples construcciones de los siglos XVII y XIII. En estos inmuebles vivieron y tuvieron sus negocios los creadores de la zona comercial, que fue "el estómago" de la metrópoli durante más de cuatro siglos, vocación heredada de la época prehispánica en la que el barrio se llamaba Zoquipan y era ya un importante sitio de comercio.
Foto: La Jornada
Casimiro Castro (s.xix) nos legó una litografía en la que aparece el desembarcadero de Roldán, hormigueante de gente, canoas y mercancías, que muestra la intensa vida comercial que allí se desarrollaba. Al paso de los años la zona se pobló desordenadamente, lo que llevó al gobierno de la ciudad a construir el primer gran mercado. En 1890, en pleno porfiriato, se inauguró la "moderna" construcción, de la que el cronista Manuel Rivera Cambas nos dice "el edificio quedó hermoso y elegante; sus portadas son sencillas pero esbeltas y del mejor gusto"
Esto llevó a la realización de diversas obras, entre otras, se cegaron varios canales. En la década de los cincuenta del siglo XX, el mercado de la Merced se volvió insuficiente y se edificaron el de Jamaica y el de Sonora.
Treinta años más tarde, al crearse conciencia de la importancia histórica del viejo barrio, que en sus 15 hectáreas de superficie aloja 40% de los monumentos históricos, se decidió construir la Central de Abastos, con el fin de sacar de allí el comercio de mayoreo y regenerar el valioso rumbo.
Foto: La Jornada
Esto sucedió parcialmente: gran parte del movimiento mayor se trasladó al nuevo mercado, pero muchos permanecieron, y quienes se fueron dejaron espléndidas casonas en el abandono. Con la permanencia de los viejos mercados ha continuado la vida comercial del mayoreo y lo que ello implica. Buena parte de los comercios son positivos y dan permanencia a la vocación original del barrio, pero las bodegas que dan servicio a los mayoristas dañan los antiguos inmuebles y causan desorden y suciedad. Ojalá eso se resuelva cuando el Programa de Revitalización del Centro Histórico llegue a esta relevante zona.
A partir del próximo viernes, en la iglesia de Arcos de Belem, a lo largo de una semana estarán de fiesta; en las afueras del templo habrá feria y venta de antojitos, entre los que destacan los crujientes buñuelos bañados con la suculenta miel de piloncillo, danzantes, y el ambiente festivo que siempre acompaña en nuestro país estos festejos patronales.
En el conjunto de mercados que conforman el gran mercado de La Merced, a las innumerables imágenes de Nuestra Señora de la Virgen les llevarán desde temprano Las mañanitas y después habrá baile. Un gran festejo que vale la pena presenciar, y disfrutar la pausa gastronómica en el mercado destinado a ese fin, donde, como es obvio, todos los ingredientes son fresquísimos y además están muy bien preparados por las señoras que hacen de esa actividad su medio de vida. ¿Qué tal unos chiles rellenos con sus frijolitos de la olla y un rico tepache?
Fuente: boletín finsemaneando
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