jueves, 8 de julio de 2010

ELECCIONES, LA LECTURA DEL NORTE

El Semanario, Opinion
Dolia Estévez

Los peores temores de la administración Obama de que la jornada electoral dominical se convirtiera en un baño de sangre, recrudecidos por la ejecución del candidato priísta a la gubernatura de Tamaulipas, probaron ser infundados. En contrapartida, los deseos para que los comicios fueran “libres, transparentes y pacíficos”, como expresó el Departamento de Estado, se cumplieron relativamente. “Las elecciones demostraron que la democracia está viva y saludable en México, que los votantes siempre tienen la última palabra (aún cuando los expertos y las encuestas crean poder anticipar los resultados, los votantes pueden sorprender); y que, en efecto, todas las políticas son locales. En términos generales, fue un buen día para el electorado mexicano y su compromiso con el proceso democrático”, dijo Roberta Jacobson, subsecretaria de Estado adjunta para México y Canadá en el buró del Hemisferio Occidental.

Al final del día, la nota no fue la violencia y los capos sanguinarios, como muchos anticipaban, sino el significado del proceso y la lectura de sus resultados. Mientras que The New York Times destacó el “resurgimiento” del PRI, otros enfatizaron la pérdida de “bastiones emblemáticos” del viejo PRI. Su “fuerte desempeño” en todo el país, a una década de haber sido expulsado del poder y reducido al estatus de dinosaurio, escribió el diario neoyorquino, es señal de que el partido que protagonizó 71 años de dictadura suave será el reto a vencer en los comicios presidenciales de 2012.

El economista Sidney Weintraub, autor de Un-Equal Partners, the United States and Mexico (Pittsburgh 2010), consideró que a pesar de haber perdido tres estados, “el PRI tuvo un buen desempeño y, otra vez, es el partido dominante”. The Wall Street Journal atribuyó el fenómeno a la decepción con el PAN, y no a la renovación del PRI, partido cuya única ideología es el poder.

Pero, interpretaciones aparte, hubo coincidencia en afirmar que la gran ganadora fue nuestra dolida y acosada democracia. “Quizá la principal enseñanza de las elecciones del domingo es que la democracia en México es sorpresivamente saludable, quizá más de lo que muchos analistas reconocen”, escribió Andrew Selee, director del Instituto México del Woodrow Wilson Center, en un breve análisis poselectoral. “México sigue siendo una democracia imperfecta, como todas, pero algún tipo de mecanismo de rendición de cuentas, que permitió que estas elecciones sean referencia significativa sobre el desempeño de políticas locales, parece estar funcionando”.
Conclusión: sería prematuro lanzar pronósticos aventurados. Los resultados electorales en entidades con problemas locales intrínsecos y ancestrales, tan complejos como diversos, difícilmente constituyen un barómetro de lo que será el sentimiento nacional dentro de dos inciertos años.

FBI: ASESINO PROTEGIDO

Bajo el pretexto de estar “exenta” de divulgación por tratarse de información relacionada con el ejercicio de procuración de justicia, el FBI rechazó hacer público el nombre completo, edad, jerarquía y años de servicio del incógnito patrullero que ejecutó a Sergio Adrián Hernández en Ciudad Juárez, hace exactamente un mes. En respuesta a una petición interpuesta por la autora, bajo la Ley para la Libertad de Información de EU, la agencia a cargo de esclarecer el crimen que tensó brevemente las relaciones con México argumentó que dar a conocer los datos solicitados podría “interferir” en la investigación.

El rechazo del FBI corrobora que, como se viene sospechando, el Departamento de Justicia que dirige Eric Holder ha decidido arropar, por motivos que sólo podemos inferir, al presunto homicida. Los nombres de individuos bajo investigación criminal en EU, incluidos empleados y agentes del gobierno federal, generalmente son del dominio público, más aún cuando existe un video captado en el momento del delito, como en el caso que nos ocupa. Suponiendo que el joven asesinado haya sido un detestable pollero, como alegan las autoridades policiacas de El Paso, no merecía ser ejecutado a malsalva por un agente fronterizo cuya identidad se ha vuelto el secreto mejor guardado en el edificio J. Edgar Hoover de la avenida Pensilvania.

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