LA TRAGEDIA HAITIANA ha desatado todo tipo de demonios lenguaraces. El prototípico ha sido el ex candidato presidencial estadounidense Pat Robertson, quien cree que el devastado país esta maldito. Por lo que, según él, es normal lo que ha pasado: una serie de terremotos geológicos, pero también sociales y políticos que han derrumbado estructuras cual la de la ONU y provocado la muerte de decenas de miles.
En su programa televisivo The 700 Club de la cadena religiosa CBN, Robertson lanzó tamaña estupidez, que de inmediato fue calificada en esos mismos términos por la Casa Blanca, cuyos portavoces indicaron que en momentos como estos, en los que se vive una verdadera cuita en Haití “esos comentarios ‘estúpidos’ no tienen cabida.
Como uno de los fundadores y presidentes de esta cadena evangelista, Robertson estaba obligado a dar una explicación a sus telespectadores desde el punto de vista divino. Según él, la explicación que le daría al desastre es que los haitianos se lo han buscado porque tienen un pacto con el diablo. “Le dijeron, te serviremos si nos libras de los franceses. Y así fue, el demonio les dijo, ok, trato hecho”.
Acúseme de lo que quiera, pero yo sí creo que el diablo está presente –cual señala la conseja popular– en muchos de los aspectos que dieron origen a la catástrofe que ha hecho presa a Haití. El demonio de la corrupción, por ejemplo.
Hace décadas que este pueblo caribeño recibe todo tipo de ayudas internacionales, pero la miseria ni siquiera ha sido paliada, lo que hace sospechar que una buena cantidad de recursos monetarios no han llegado íntegros a su destino.
Desde hace muchos años, también, todo tipo de organizaciones han construido viviendas, pero estas se vinieron abajo.
A la ONU misma se le apareció el diablo. Su imagen se redujo a lo burocrático, al fijar horarios –nine to five, de 9 a 5– para los rescatistas, arguyendo cuestiones de seguridad.
El diablo existe. Y de él se dice que su mayor logro es hacernos creer precisamente en su inexistencia.
Acá mismo en nuestro país, hay no pocas pruebas de su constante presencia, a partir de que el poeta zacatecano Ramón López Velarde escriturara que los veneros de petróleo nos los regaló precisamente el diablo.
Y es que el petróleo, más que una bendición ha sido una maldición constante y permanente para los mexicanos. No sólo ha propiciado altos niveles de corrupción, lo peor es que ha fomentado la proverbial holgazanería de las autoridades (sic) fiscales, que así no han sabido, podido o querido buscar otras fuentes de gasto y financiamiento para su propia manutención, que no para inversión en obras y servicios públicos.
El diablo es también el neoliberalismo. Dice al respecto el psicoanalista social José Antonio Lara Peinado que “Haití y su tragedia nos muestran la cara neoliberal más rapaz del continente, sólo comparada con el neoliberaismo mexicano. Las dictaduras de ‘Papá Doc’ Duvalier, y de su hijo Jean Claude, ‘Baby Doc’ son comparables a las dictaduras priístas y panistas: miles fueron asesinados durante 29 años de sus regímenes; y en México cientos de miles han sido asesinados en 70 años de dictadura priísta y nueve de neodictadura panista.
“La intervención militar estadounidense en el 94 fue la entrada de los saqueadores de riqueza de aquella nación: tortura, ejecuciones fueron el plato fuerte del gobierno de EU, lo mismo que ahora acontece en México. Se equivocan quienes responsabilizan a la Naturaleza de la tragedia de Haití: la pobreza mata, y la pobreza haitiana ya ha hecho mella desde muchos años atrás en la población de nuestro hermano país, la pobreza mata y la naturaleza remata, lo mismo que en Tabasco y muchos lugares más de nuestro país.
“El neoliberalismo (el verdadero culpable) queda intocable ante la tragedia. La televisión goza y los políticos lo agradecen, en tanto la muerte de miles de pobres se convierte en un distractor que les permite seguirse moviendo con impunidad.
“Haití ahora más que nunca es nuestro espejo, es la imagen que nos advierte lo que en un futuro puede advenir en nuestro país.”
¿Pacto con el diablo?
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