La Coalición Internacional de Sitios de Conciencia decidió incluir a la comunidad tzotzil de Acteal, en el municipio de San Pedro Chenalhó, Chiapas, como uno de los 17 sitios históricos en el mundo que tienen como función recordar a la humanidad injusticias del pasado, con el objetivo de evitar que éstas se repitan y contribuir la construcción de una cultura ciudadana de derechos humanos. Según puntualiza la misma coalición, los sitios de conciencia se proponen “ayudar a que las personas establezcan conexiones entre la historia de los sitios y sus implicaciones contemporáneas. […] Estimular el diálogo sobre temas sociales apremiantes y fomentar los valores democráticos y humanitarios”.
La matanza de Acteal, acaecida el 22 de diciembre de 1997, en la que 19 mujeres, ocho hombres, 14 niñas y cuatro niños, fueron brutalmente asesinados por grupos paramilitares, pasa así a ser parte oficial de un memorial que se propone contribuir a una cultura de derechos humanos. La comunidad tzotzil de Acteal se une al Museo del Distrito Seis (Sudáfrica), Museo Gulag (Rusia), Museo de la Guerra de Liberación (Bangladesh), Lower East Side Tenement Museum Estados Unidos (EU), La Casa de los Esclavos (Senegal), Memoria Abierta (Argentina), Memorial Terezín (República Checa) y a The Workhouse (Reino Unido), entre otros.
Recorro en la red las páginas de cada uno de estos sitios de conciencia y me encuentro, con prisiones como Old Fort, en Sudáfrica, o los Gulag, en Rusia, donde los presos políticos fueron detenidos y muchas veces torturados por gobiernos autoritarios; con un campo de concentración en la República Checa, donde la comunidad judía ha recuperado sus memorias de resistencia al régimen nazi; con memoriales de un pasado más lejano como La Casa de los Esclavos, que se ha dedicado a recordar al mundo la fragilidad de la libertad, al denunciar el comercio con personas que durante 300 años afectó a la población africana. Con hospicios en Inglaterra o talleres de explotación obrera en Lower East Side Manhattan, en EU, que nos recuerdan la falta de derechos laborales de obreros e inmigrantes en esos dos países a finales del siglo XIX y principios del XX. En Pakistán y Argentina, los sitios de conciencia nos recuerdan las violaciones a los derechos humanos cometidas por los gobiernos militares durante los movimientos de liberación nacional, y se proponen hacer bancos de datos que documenten las muertes y desapariciones forzadas. Cada uno de estos lugares hace un llamado a nuestras conciencias, nos recuerda lo más oscuro de la historia de la humanidad, pero a la vez el lado luminoso de la resistencia y la capacidad de reconstruir con base en la búsqueda de la justicia.
Veo, sin embargo, un contraste importante entre estos sitios de conciencia, y nuestro pequeño Acteal, cuya historia es más reciente, donde estamos hablando de un presente marcado por la impunidad, y por el temor al regreso de los paramilitares. Desde que el 12 de agosto de 2009, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó la liberación inmediata de 20 personas señaladas como autores materiales de la matanza, otorgándoles amparo liso y llano
, y el 4 de noviembre siguiente resolvió la liberación de otros nueve procesados, no porque se haya comprobado su inocencia, sino por existir ¡irregularidades administrativas en el proceso penal! Los sobrevivientes de la masacre de Acteal, los huérfanos, los y las viudas, las familias que vieron a sus hijos, hermanos, abuelos morir a manos de paramilitares viven en zozobra por el temor de que los asesinos regresen a vengarse por los años que tuvieron que pasar en la cárcel. A la vez, la indignación ante la impunidad y la falta de credibilidad del máximo órgano de justicia de la nación ha marcado la relación que esta población indígena tiene con el Estado y sus instituciones.
Pensar en que Acteal, como sitio de conciencia, se convierta en una escuela para formar una cultura cívica de derechos humanos implica un gran reto, cuando las instituciones de justicia le han fallado de manera contundente a los sobrevivientes. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) puede contribuir a recuperar esta confianza en la justicia y en los organismos internacionales de derechos humanos, dando una respuesta positiva a la petición 212/05 interpuesta desde febrero de 2005, por los sobrevivientes y lesionados de la masacre, la Sociedad Civil Las Abejas mediante su mesa directiva y el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, interviniendo de manera activa para que se castigue a los responsables intelectuales y materiales de la agresión. En el expediente presentado ante la CIDH se responsabiliza al Estado mexicano por acción, ya que dicha matanza fue producto de una política de Estado totalmente deliberada y encaminada a cometer ataques sistemáticos contra la población civil, con el fin de debilitar el apoyo al EZLN y posteriormente disolverlo. Y por por omisión, pues mientras ocurría la masacre, la policía de seguridad pública se encontraba a escasos 200 metros del lugar de los hechos, sin que interviniera para evitar su consumación.
Los habitantes de Acteal en su Foro Conciencia y Esperanza. Construyendo la Otra Justicia, el pasado 21 de diciembre, han aceptado el reto que implica ser declarado sitio de conciencia, que conlleva el desarrollar herramientas significativas para crear culturas de derechos humanos y democracia duraderas. Al iniciar nuevas conversaciones sobre temas contemporáneos desde una perspectiva histórica, las sedes de la memoria se pueden convertir en nuevos centros para promover la democracia en acción
(www.sitesofconscience.org/sitios/es).
Nos corresponde como sociedad civil acompañarlos en este reto, demandando justicia, recordando permanentemente que los responsables intelectuales de la masacre continúan libres. Hasta que se castigue a los culpables podremos hacer de Acteal un memorial de justicia y una escuela de cultura cívica para los derechos humanos. Mientras, continúa siendo un símbolo de la suprema impunidad.
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